El arte de fracasar

Adrian Cruz García
4 min readMar 10, 2019

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Serie documental “Losers”, episodio 1 (Netflix © 2019)

“¿Tengo un argumento de vida?, soy inesperadamente fragmentaria. Soy poco a poco. Mi historia es vivir. Y no tengo miedo del fracaso. Aunque el fracaso me aniquile, quiero la gloria de caer.”

Clarice Lispector, ‘Agua Viva’

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Y ese mismo capitán, tristemente famoso por su juego artero en partidos claves, al caer su equipo en la peor crisis en años, puso el pecho para defender a los jugadores de los desplantes amenazantes del presidente del club. Eso gustó, incluso a sus detractores. Si en la victoria se manifiesta la arrogancia, en la derrota pueden florecer la humildad y la solidaridad. (1)

Esto remite a aquel relato del músico Residente, líder de Calle 13, en el que afirmaba que lo que le gustaba de la temporada de huracanes en Puerto Rico, es que era el único momento del año en el que las pandillas de barrio parqueaban su violenta hostilidad, para dedicarse a ayudar a la gente.

En la entrañable serie documental de Netflix, “Perdedores”, conocemos a los protagonistas del mundo del deporte que, desde sus fracasos, nos revelan sus descubrimientos sobre las cosas realmente importantes de la vida. En el primer episodio, Michael Bentt un fornido afroamericano forzado a convertirse en boxeador por su iracundo padre, sintentiza su viaje de transformación desde la gloria y posterior fracaso deportivo, a su profesión de asesor en el mundo cinematográfico. “Los boxeadores son los mejores mentirosos del mundo. ¿Sabes por qué? Porque lo niegan todo. Y no se dan cuenta. Niegan el dolor. El trabajo de un actor es aceptarlo.”

Es algo que los vedantas sabían desde hacía milenios, como bien lo describe el maestro Swami Parthasarathy (2):

“Ese tipo de actividad (egoísmos individuales arbitrados en mercados eficientes) puede darte prosperidad, pero no paz interior. No es que la prosperidad sea mala en sí, pero si no va acompañada de crecimiento interior, no satisface a nadie. Al contrario, esa hiperactividad te estresa, y te vuelve engreído e intratable.

Porque el único placer real que da ganar algo, es poder compartirlo (…). Si fundas tu existencia en la responsabilidad y la generosidad de dar, recuperas el control sobre tu propia existencia. Porque dar depende sólo de ti; recibir te pone a merced de los demás.”

Por claro que parezca este principio, hay que aceptar que las cosas importantes se suelen aprender desde la experiencia, más que por lectura o consejería. De ahí el valor de esos entrañables testimonios de la serie.

Esto es lo que resulta apasionante de trabajar en el mundo de la enseñanza artística. Como comentamos a menudo con los estudiantes, aquí, el error es tu mejor amigo. Es imposible crecer en el acto creativo, si no se le da la bienvenida y se le abraza. ¿Cuesta? Claro, como todo lo importante. Pero aparte del aprendizaje del oficio que viene implícito en el acto de fallar, hay otro beneficio importante. El debilitamiento del ego. Porque solo cuando el ego cede, el alma se manifiesta.

Este principio tarkovskiano (3) de vivir el arte como un medio para el crecimiento espiritual, no deja de ser un ideal en construcción. Evidentemente, el mundo del arte contemporáneo está plagado de las mismas trampas de ambición y competencia que proliferan en el mundo del deporte.

Pero hoy en día, hay tendencias que auguran un cambio de consciencia global que, aunque incipiente, es fuente de esperanza. El veganismo como apuesta por un mundo sin crueldad animal. La sororidad como principio de unión solidaria ante la violencia patriarcal. El redescubrimiento del pensamiento decolonial y la multiculturalidad contra las ofensivas neofascistas. La reinvindicación del comercio justo local frente a la voracidad corporativa. El amor por la naturaleza como inspiración para enfrentar el cambio climático. La aceptación de los procesos terapéuticos para sanar los comportamientos nocivos. Y aquí es donde entra la reivindicación del error, de la crisis, de la derrota, como herramienta de crecimiento. No es algo pasajero pues empieza a calar en la cultura de masas. La serie citada serie documental es muestra de ello, así como esa alternativa al TedEx (espacio reservado a quienes triunfan), que es la Fuck Up Nights (4), veladas en que personas comunes comparten los aprendizajes de sus fracasos con sus semejantes.

Abrazar el error como un ingrediente inevitable y necesario del arte de existir, puede mejorar nuestra calidad de vida, vacunándonos contra los efectos de esa castrante aspiración capitalista, generalmente inalcanzable, que es la búsqueda del éxito, la fama y la fortuna. Prosperar es algo bien diferente. Y si ese camino de cambio de paradigma se pusiera cuesta arriba, conviene recordar que, en el quehacer artístico abordado con corazón, siempre hay una buena alternativa para allanarlo.

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(1) https://elpais.com/deportes/2019/03/07/actualidad/1551976877_538899.html

(2) https://www.lavanguardia.com/lacontra/20110906/54212340265/la-cultura-de-la-queja-lleva-a-occidente-a-la-decadencia.html

(3) El cineasta ruso Andréi Tarkovski (1935–1986) veía el quehacer artístico como un camino de crecimiento espiritual. En su libro póstumo, ‘Atrapad la vida: lecciones de cine para escultores del tiempo’ (Errata Naturae, Madrid, 2018), escribió: “El arte nos permite, al crear una imagen, abrazar la inmensidad. El absoluto. Religión, filosofía, arte: éstos son los tres pilares de la actividad espiritual sobre la que el ser humano formular para sí mismo el concepto de absoluto. Del mismo modo en que en una gota se reflejan las nubes y los árboles, así se refleja en la imagen artística, el universo.” (p.41)

(4) https://fuckupnights.com/

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Written by Adrian Cruz García

Apegado al cine y adicto a la música. Gusta de impartir clases y ha hecho sus cosas audiovisuales. Escribe a ratos, porque no sabe tocar piano.

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